El verano avanza y ya ha comenzado el baile de cifras y datos de ocupación, al calor de la buena respuesta que está teniendo el turismo internacional en España. Gracias al repunte de algunos de nuestros más tradicionales mercados emisores como Reino Unido, Alemania y Francia, unido al crecimiento de visitantes procedentes de otros lugares como Rusia o países nórdicos están dando como resultado una ocupación cercana al 100%, especialmente en la costa española. Cataluña, Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana y Andalucía siguen a la cabeza, aunque queda de manifiesto incluso en estas regiones, la clara desigualdad entre los destinos de costa y los de interior.
Conviene no lanzar las campanas al vuelo. El aumento en la llegada de visitantes extranjeros puede responder a factores externos a la oferta española, que no es que haya hecho mucho por reciclarse. El conflicto en Egipto, uno de los principales competidores de España, está desviando muchos turistas “prestados” a nuestro país. De todos nuestros destinos, el más beneficiado puede ser Canarias, cuya temporada alta en invierno está siendo ya un gran reclamo para tour operadores internacionales. Luego hay que tener en cuenta la marcada estacionalidad de nuestra oferta, que sigue dependiendo sobremanera del segmento sol y playa.
Por último, hace falta tener en cuenta la rentabilidad de todas estas llegadas de visitantes: por un lado, el gasto medio de cada turista en España (aún sigue siendo bastante barato para un europeo venir a pasar unas vacaciones a nuestro país) y sobre todo cómo todas estas llegadas de visitantes se traducen en empleo. En este sentido, hay dolorosas contradicciones difíciles de explicar. A pesar de que unos y otros reciben aproximadamente el mismo volumen de turistas cada año, el número de personas sin trabajo en Canarias multiplica por cuatro al de Baleares, 293.000 contra 70.000. Una muestra de que no todo el monte es orégano y de que hay factores intrínsecos, más allá de los datos macro ligados a visitas y ocupación, que hay que analizar y solucionar cuanto antes.
También hay otra lectura de la situación actual, la referente al comportamiento del mercado nacional, que lleva muchos meses hundido en un pozo sin fondo. Las ocupaciones son muy bajas y hay muchas dificultades para realizar previsiones a medio plazo, ya que fluctúa en función de las reservas de última hora y la rebaja de precios que conlleven. En este contexto, los destinos de interior son los que más sufren esta situación, ya que tradicionalmente son los que más han dependido del turista español. El turismo rural es uno de los principales damnificados, con una marcada sobreoferta y una feroz competencia de precios que lastran su recuperación. En cuanto a destinos, destaca el caso de Madrid, que parecía que iba camino de situarse a la par que los destinos de costa, pero especializado en turismo cultural. La realidad es que su ocupación este agosto no supera la mitad de su capacidad hotelera.
¿Qué hacer en este contexto? La especialización es con casi toda probabilidad el camino para muchos de estos destinos de interior, que además han de apostar urgentemente por la internacionalización de sus propuestas. No se puede depender eternamente de la recuperación del mercado nacional. Extremadura, por ejemplo, ha dado a conocer estos días unas interesantes cifras que sirven como muestra. El turismo ornitológico atrae cada año cerca de 20.000 viajeros a la Comunidad, atraídos por el hecho de que más del 75% del territorio extremeño está declarado área importante para las aves (IBA) por SEO/Birdlife. Precisamente esta organización ecologista estima que el número de turistas en Europa que tienen como afición la observación de las aves podría superar los 10 millones, siendo los países con mayor potencial Reino Unido, Alemania y Holanda. Un nicho de mercado ligado al turismo de naturaleza, con gran potencial para combatir el desequilibrio costa-interior de los destinos españoles.