El visitante, además de descansar o desconectar de su rutina diaria, busca un uso más trascendente de su tiempo de ocio. Un tiempo que le ha costado mucho conseguirlo y que quiere disfrutarlo plenamente y con unos requisitos de calidad elevados. Busca enriquecerse como persona, conocer el entorno, profundizar en su conocimiento, vivir experiencias… y, por supuesto, compartir sus sensaciones y emociones a través de diversas redes sociales.
De hecho, en TURINEA podemos ver como las Rutas de Turismo Cultural son las más numerosas y las más visitadas. Así mismo, hemos realizado un considerable esfuerzo dar a conocer nuestro patrimonio tanto material con un inventario de recursos como inmaterial con nuestro proyecto de paisajes sonoros.
En este giro cultural el turismo tiene un papel protagonista multiplicando las posibilidades de su oferta cultural. El turismo cultural se ha convertido en una de las tipologías turísticas que, como reconoce la OMT, “está aumentando con más rapidez que los otros segmentos del turismo y, sin lugar a dudas, más que la tasa de crecimiento del turismo en todo el mundo”. Todo ello hasta el punto de que los destinos que ofrecen programas turísticos culturales están en una posición de ventaja respecto a los destinos que consideran el marketing del turismo desde una perspectiva tradicional.
Esta realidad obliga a adoptar nuevas consideraciones frente al patrimonio cultural y su gestión. Una mayor afluencia de turistas conlleva efectos positivos y también negativos sobre el patrimonio. El mayor conocimiento del patrimonio, el poder evidenciar su realidad e influir en una mayor exigencia en cuanto a su conservación puede verse empañado por una presión sobre el mismo. Se corre el riesgo de “mercantilizar” el patrimonio para hacerlo más accesible a los turistas sin tener en cuenta que precisamente su atractivo para éstos reside en su genuinidad. Sigue leyendo