Turismo ferroviario en el tren cremallera de Larrun

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La emblemática montaña de La Rhune (en francés), o Larrun en euskera, significa “buenos pastos” en la lengua de los vascos. Esta cumbre, de 905 metros de altitud, está situada en los Pirineos occidentales, y hace de frontera para Navarra y la provincia vasco-francesa histórica de Lapurdi.

Desde que en el año 1924 comenzara a circular el tren cremallera, este paraje se ha convertido en un destino turístico por excelencia. Siendo uno de los lugares de excursionismo preferidos por los vascos, españoles y franceses, está catalogado con 3 estrellas en la guía Michelín. Este es uno de los pocos lugares de nuestra geografía en el que montañeros, excursionistas y aficionados al ferrocarril conviven en armonía, fundiéndose con el paisaje y la naturaleza.

El tren cremallera, denominado “Petit train de La Rhune” (“pequeño tren de Larrun”), parte de la estación denominada Coll de Saint Ignace, a 169 metros de altitud. Esta peculiar edificación está situada en las proximidades de las bellas localidades de Sara y Askain: el municipio de Sara es conocido por ser considerado por los franceses como uno de los pueblos más bonitos de Francia, y por los vascos como uno de los pueblos más bonitos del Euskal Herria. De lo que no hay duda es de que el visitante quedará completamente hechizado y sucumbido por sus encantos.

En aproximadamente 30 minutos de viaje y a una velocidad de 8 km/hora, este pequeño tren cremallera consigue salvar el desnivel de 736 metros que le separa de la cima de la montaña, alcanzando así los 905 metros de altitud.

Llegar hasta la cumbre es una experiencia inolvidable, puesto que desde su cima se pueden apreciar los más bellos panoramas que cualquier persona haya podido imaginar. En los días despejados es posible dominar una vista excepcional: desde las cimas de los Pirineos, como las playas de Gipuzkoa y Lapurdi situadas a orillas del mar Cantábrico, desde Donostia – San Sebastían hasta Biarritz, continuando hasta las infinitas playas de las Landas en el océano Atlántico.

Además de admirar esta inmejorable panorámica desde lo alto de la montaña, existe la opción de disfrutar de los servicios que ofrecen las peculiares y típicas ventas fronterizas tan numerosas en estas tierras. Estas ventas son locales comerciales compuestos de bar, restaurante, tienda de recuerdos, etc.

Aunque Larrun sea una montaña sagrada para los euskaldunes, cargada de historia y de mitología, lo que realmente la hace conocida es su característica antena de transmisión. Es posible ver esta antena a decenas de kilómetros de distancia, convirtiendo a Larrun en una cumbre única, diferente al resto, imposible de confundir.

Después de disfrutar de los paisajes de la cima, llega la hora de volver a la civilización. En esta ocasión, para esta mañana del mes de julio, elegimos hacer el descenso a pie, para tener la posibilidad de disfrutar de la naturaleza y poder fotografiar los trenes ascendiendo y descendiendo de la cumbre. Este bonito paseo de bajada nos brindó la oportunidad de contemplar las ovejas, buitres y pottokas tan habituales en estos pastos, además de poder visitar los ocho cromlech que forman la necrópolis prehistórica de Gorostiaga.

MATERIAL RODANTE

Los coches utilizados para realizar este trayecto hacia la cima del monte Larrun fueron fabricados en el año 1924 por la empresa Etablissements Soulé de Bagnères de Bigorre. Han sido restaurados en varias ocasiones, siguiendo la misma metodología que se utilizó con los primeros coches que fueron acondicionados. Los trabajos fueron realizados por la empresa Barland, de Baiona, y por Telletchea, de Askain.

La sociedad mecánica bayonesa es la única que posee los planos originales de estos coches, y en ellos ha recaído la responsabilidad de la restauración de los órganos de rodamiento y del chasis de los vagones. Más de 1.000 horas de artesanía para que todos los visitantes puedan disfrutar de un inolvidable viaje a bordo de estos coches del siglo pasado.

Con respecto a la empresa de carpintería Telletchea, ella ha sido la encargada de realizar la restauración de la estructura de los coches, utilizando el mismo tipo de madera que se empleó en la construcción de dichos coches en el año 1924. Como se puede leer en la web, la madera del techo es pino del Pirineo, la del suelo es pino de las Landas, las láminas están realizadas con castaño de Ariège, y la plataforma en iroco (madera imputrescible originaria de África). Aunque el trabajo se realizó con todo el mimo que estos coches merecen, antes de realizar servicios turísticos fueron puestos a prueba realizando varias circulaciones sin pasajeros.

En el año 1996, este ferrocarril hizo un encargo de dos coches nuevos, que se fabricaron siguiendo la misma estética de principios de siglo.

Por otra parte, con respecto al mantenimiento anual, al terminar la temporada turística en noviembre, los coches vuelven a los talleres de Etablissements Barland para ser desmontados, se verifican, se rebobinan los motores, etc. También se utilizan técnicas de ultrasonidos y magnetoscopias para hacer un control más exhaustivo de todos los elementos ferroviarios, y así poder garantizar la seguridad de los 350.000 viajeros que utilizan cada temporada este medio de transporte. Todo este proceso de mantenimiento se realiza por la sociedad APAVE, y se encuentra supervisado por la “Oficina Interdepartamental de Subidas Mecánicas”, el único organismo habilitado para conceder la autorización de explotación de este tipo de material histórico. Tras este meticuloso proceso, el tren vuelve a su depósito de la estación Coll de Saint Ignace, para realizarle otro tipo de tratamientos como la verificación de los asientos, el barnizado de la madera exterior y asientos interiores, el lavado de las cortinas, etc.

Por último, la estación de partida es repintada cada año, para que ese color granate tan característico en la arquitectura tradicional del País Vasco Francés siga teniendo la misma intensidad que en el 1924, año de su construcción. Así, el día 19 de marzo de cada año, todo está preparado para inaugurar la temporada del tren cremallera.

Acerca de Eguzkiñe Urreta Okeranza

Soy Diplomada en Turismo por la Universidad de Deusto y en Magisterio de Lengua Extranjera (Francés) por la Universidad Pontificia de Salamanca. Además, poseo un Master de Dirección de Empresas Turísticas realizado en la Universidad de Huelva y un Posgrado de Comunicación en la Empresa Turística por la Universidad de Zaragoza. Mi trayectoria profesional siempre ha estado vinculada a las diferentes áreas del turismo (museos, guía turística, hoteles, oficinas de turismo, campos de golf…), y especialmente al patrimonio y turismo cultural. Actualmente, soy profesora en los ciclos de grado superior de turismo, actividad que compagino con otro máster que realizo por la UNED sobre educación. Siendo miembro de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao desde hace varios años y aficionada a todo lo relacionado con este universo, desarrollo mi afición desde una perspectiva muy personal y única, fusionando mis tres grandes pasiones: el turismo, el ferrocarril y la educación. Así pues, dedico mis ratos libres a la investigación y realización de reportajes sobre patrimonio ferroviario, trenes turísticos y vías verdes.

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