Que todo lo que tiene que ver con la gastronomía está de moda no es ningún secreto. Sólo hay que ver las parrillas de televisión de un tiempo a esta parte para darte cuenta de que no es un fenómeno pasajero. En términos turísticos, la gastronomía siempre ha sido un valor añadido para la oferta de un destino. Por ser soporte de la identidad local y por representar un puente tendido entre el que visita y el que recibe. Una dimensión que no entiende de idiomas, sino de gustos y paladares.
Vivimos, además, en la era de las experiencias. Frente a destinos estandarizados y paquetes turísticos encasillados y producidos en serie, los viajeros buscan vivencias que les reporten emociones perdurables en el tiempo. Más que coleccionar destinos, los turistas buscan sentir experiencias en los lugares que visitan, haciéndolas parte de sus patrones habituales de consumo turístico. Si en la ecuación metemos una dimensión de sostenibilidad turística, un viajero responsable estará dispuesto aún más a buscar este tipo de realidades, en contacto directo con los usos y modos de vida locales. Sigue leyendo